sábado, 5 de noviembre de 2016

Una mañana de verano


Una mañana de verano me levanto cansado, me tomo un café y voy a visitar a la camarera del bar de abajo.
Me coloco siempre en el mismo sitio y nunca digo nada aparte de -Ponme un cortado. No sé que más decir. Ella se mueve con gracia detrás de la barra, me gusta, pero no sé que más decir. Respiro hondo y me tomo el café de un trago. Ya van dos. Dejo una moneda en la barra y salgo hacia la parada del autobús. Ella me llama cuando estoy saliendo por la puerta. -Oye, te faltan veinte céntimos. Me acerco, sonrío y le digo - No me lo tengas encuenta. Mientras saco una moneda de 50 céntimos.
 - Quédate con las vueltas. Y cuando me doy la vuelta escucho de su voz -¡Gilipollas!



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