miércoles, 7 de diciembre de 2016

Las chicas y la ouija


El sol de invierno entraba oblicuo por la tremenda cristalera del bar. Cerca de la puerta dos amigas conversaban amigablemente. Una daba consejos mientras la otra planteaba problemas. La que planteaba los problemas parecía preocupada. La consejera parecía muy segura de sí misma aunque también se la intuía preocupada por su amiga. Ambas se habían calzado las zapatillas de deporte compradas en el Decathlon y habían madrugado aquella mañana de sábado que habían dado lluvia. El bar no era nada del otro mundo, eso se notaba por la música dance que no paraba de sonar, pero tenía algo especial, sería la decoración, serían los pechos al aire de la camarera que era inevitable no observar con fruición. !Dios mío¡ Qué pechos más elegantes, grandes y esbeltos. Aunque la gravedad los colocaba en un pequeño plano inclinado  la  arquitectura de sus ropajes los mantenían en una verticalidad maravillosa. Las efigies de los diseñadores de estos artilugios de vestuario deberían adueñarse de  los espacios vacíos que ocupaban las estatuas ecuestres del dictador, hoy por hoy desapareciendo con nocturnidad y alevosía.
El problema principal debía estar relacionado con alguna ruptura sentimental; podría ser un divorcio o algo peor a tenor por la cara de la sufridora.  

Una ruptura se vive como una muerte, aunque una muerte no tiene marcha atrás y de una ruptura siempre de puede salir. Hay quien dice que el sufrimiento es necesario, que "la virtud  sin adversario languidece", lo oiremos muchas veces, quizá demasiadas, qué le vamos a hacer.

Las dos chicas salieron del bar y enfilaron el camino del sol, entre la bruma de un día húmedo de invierno. Mientras detrás de la barra esos generosos pechos servían cafés y mostos. Me di cuenta de lo feliz que era en ese instante.

martes, 6 de diciembre de 2016

Sobre enterrad mi corazón en Wounded Knee.


Las tres décadas que separan las dos grandes matanzas de nativos en Estados Unidos fueron decisivas para el genocidio de los indios americanos por parte del gobierno. Las oleadas de emigrantes europeos supusieron el detonante del exterminio indiscriminado. Dicho exterminio se puede entender desde la necesidad de obtener la riqueza de una comunidad a través del expolio; una comunidad asentada en un territorio rico en recursos naturales y minerales y que entra en conflicto directo con los colonos recién llegados del otro lado  del atlántico. Lo más curioso es que este choque se produce entre comunidades de parecido nivel cultural e incluso el colono, en muchos de los casos, poseía un nivel cultural menor al indio. Sin embargo, la justificación esgrimida por la historia contemporánea nos presenta una partida de salvajes a caballo, sanguinarios y sin cultura; nada más lejos de la realidad escrita por el blanco. No podemos pensar que un colono de la época era un ser con un pensamiento más evolucionado que un nativo americano, no tiene lógica. Es el gobierno estadounidense el que promociona y defiende este robo y exterminio ya que el indio no entra en su sistema, no se necesitan, ni siquiera lo considera ciudadano y por lo tanto son negados como personas. Es aparte de genocidio una auténtica depredación cultural. Utilizando y creando  leyes, tratados y cambalaches jurídicos se les va despojando de su tierra, su cultura y su vida, un modelo que continúa hoy en día en muchos países de los cinco continentes. Antes de los nativos norteamericanos estuvieron los sudamericanos, el genocidio continúa a través del modelo creado en connivencia con el sistema. Algunos historiadores lo consideran "procesos coloniales contemporáneos" pero no se dan cuenta que de contemporáneos no tienen nada. Ayer charlando con mi amigo Alfredo determinaba que la historia es una gran mentira, prevalece lo que queda escrito y en la mayoría de los casos es una sarta de mentiras, una fábula incandescente en la cual se justifican políticas genocidas  actuales.