miércoles, 19 de agosto de 2009
Nos damos la mano. El Copto III.
Me llamaba la atención que la familia era árabe, se podía notar que procedían de oriente, su color aceituno y sus rasgos faciales les delataban. La vertical de sus miradas estaba combada hacia el centro de la cara y su nariz, sin ser aguileña, separaba dos partes exactamente iguales de no ser por algún que otro lunar nada sutil. Pedro me dijo que su familia llevaba generaciones viviendo en un suburbio del Cairo y que él había salido de allí cuando contaba catorce años para estudiar en un colegio de Canadá, gracias a un hermano de su madre que había abandonado el lugar bastantes años antes. Me dio la mano efusivamente.
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