martes, 6 de diciembre de 2016

Sobre enterrad mi corazón en Wounded Knee.


Las tres décadas que separan las dos grandes matanzas de nativos en Estados Unidos fueron decisivas para el genocidio de los indios americanos por parte del gobierno. Las oleadas de emigrantes europeos supusieron el detonante del exterminio indiscriminado. Dicho exterminio se puede entender desde la necesidad de obtener la riqueza de una comunidad a través del expolio; una comunidad asentada en un territorio rico en recursos naturales y minerales y que entra en conflicto directo con los colonos recién llegados del otro lado  del atlántico. Lo más curioso es que este choque se produce entre comunidades de parecido nivel cultural e incluso el colono, en muchos de los casos, poseía un nivel cultural menor al indio. Sin embargo, la justificación esgrimida por la historia contemporánea nos presenta una partida de salvajes a caballo, sanguinarios y sin cultura; nada más lejos de la realidad escrita por el blanco. No podemos pensar que un colono de la época era un ser con un pensamiento más evolucionado que un nativo americano, no tiene lógica. Es el gobierno estadounidense el que promociona y defiende este robo y exterminio ya que el indio no entra en su sistema, no se necesitan, ni siquiera lo considera ciudadano y por lo tanto son negados como personas. Es aparte de genocidio una auténtica depredación cultural. Utilizando y creando  leyes, tratados y cambalaches jurídicos se les va despojando de su tierra, su cultura y su vida, un modelo que continúa hoy en día en muchos países de los cinco continentes. Antes de los nativos norteamericanos estuvieron los sudamericanos, el genocidio continúa a través del modelo creado en connivencia con el sistema. Algunos historiadores lo consideran "procesos coloniales contemporáneos" pero no se dan cuenta que de contemporáneos no tienen nada. Ayer charlando con mi amigo Alfredo determinaba que la historia es una gran mentira, prevalece lo que queda escrito y en la mayoría de los casos es una sarta de mentiras, una fábula incandescente en la cual se justifican políticas genocidas  actuales.

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