domingo, 25 de julio de 2010
martes, 6 de julio de 2010
Etxean zagoz
Ondo lo egin
etxean zagoz
Ondo jan
etxean zagoz
ondo pentsatu
ondo eztabaidatu
etxean baitzagoz
etxean zagoz
Ondo jan
etxean zagoz
ondo pentsatu
ondo eztabaidatu
etxean baitzagoz
Fin de semana en Tánger
No recuerdo como, pero se nos acercó Abdul. Buscaba pasar el fin de semana con la gasolina suficiente como para pasar una semana de su vida conduciendo su ridículo seat panda. Abdul nos propuso enseñarnos Tánger si nosotros pagábamos la gasolina. Accedimos. El primer sitio que conocimos fue una cueva con la forma de África; lugar de peregrinación de la burguesía tangerina. Nos interesaban los porros así que Abdul nos consiguió el mejor material de la zona norte; el mejor y el más caro. Abdul era un pesado pero a mi me divertía. Me divertía ir con el coche a 20 por hora observando a todas las chavalitas que se cruzaban en nuestro camino por el paseo principal de Tánger. Llevábamos las ventanillas bajadas y la música a tope. Música que salía del interior eléctrico de un bafle enorme colocado de manera arcaica en una bandeja del seat panda troquelada para tal efecto y forrada de piel de oveja. ¡Cómo me gustaba aquel sentimiento insolente! Éramos los reyes de toda África. La verdad es que Abdul nos cobraba la gasolina a precio de oro pero merecía la pena. Insistió en que si íbamos al Rif que le llamáramos y mejor nos habría ido si le hubiéramos llamado. Toma ya. Nos llevó al faro de Malabata donde conocimos al farero. Subimos hasta arriba y vimos la puesta de sol. Juro que nunca vi puesta de sol más rápida que aquella; cuestión de latitudes, digo yo. Aquel tajic, que pagamos nosotros claro está, estaba fenomenal; ojalá que un día pueda repetir la experiencia. Estuvimos alojados en el Ibn Batuta, donde uno de los encargados nos invitó a pasar una noche en la terraza del hotel fumando su "has", nosotros le ofrecimos nuestra gena que obviamente rechazó; aquella gena la habíamos conseguido justo después de bajarnos del ferry. Se nos acercó un gilipollas ofreciéndonos cobijo y no se me ocurrió otra cosa que pedirle "has". Menos mal que Abdul nos arregló unos gramos. ¡Bien por Abdul!
lunes, 5 de julio de 2010
La hierba alta
La hierba está cada vez más alta
Los árboles tienen cada vez más frutos
tengo que comprar gasolina para el corta-césped.
tengo que afilar la motos-sierra y podar los árboles
En enero puse el cerco
en julio el terreno está impracticable
Tengo que retirar el cerco para dejar pasar a la segadora.
Los árboles tienen cada vez más frutos
tengo que comprar gasolina para el corta-césped.
tengo que afilar la motos-sierra y podar los árboles
En enero puse el cerco
en julio el terreno está impracticable
Tengo que retirar el cerco para dejar pasar a la segadora.
Trompos en el puntal
Jacinto salía de casa con la cena en la comisura de los labios. Su viejo R12 estaba a punto para recogernos a todos y llevarnos a dar una vuelta. Acabamos en la Calle de los vinos jugando un "quinito" y bebiendo hasta no poder más. Era una noche de primavera que olía a sal. La recta carretera trazaba un sencillo camino a casa que acabó por torcerse. A Jacinto se le ocurrió la genial idea de acercarse a la zona más despoblada del lugar para divertirse con su R12 tirando del freno de mano. El coche estaba repleto de gente. Hacía pocos días que una tempestad había barrido una parte de la arena que cubría la superficie deslizante dejando al descubierto un profuso escalón. Una de las ruedas traseras quedó colgando en su curvo camino y el flamante R12 de Jacinto dio la vuelta. Todos nos quedamos sin habla; silencio en el interior de la cabina. A Pedro no se le ocurre otra cosa que gritar ¡Va a explotar! y rápidamente buscamos la salida por la portezuela trasera que por suerte había quedado abierta gracias a que nunca estuvo cerrada. Salimos todos del coche y aquello ni iba a estallar ni tenía pinta de hacerlo. ¿Qué hacemos? Denunciarlo a la Guardia Civil, claro está. A Jacinto no le parecía que aquel fuera un coche robado así que decidió romperle los cristales mientras se reía de su propia desgracia. Sacó un hierro del interior del capó del coche y se puso una correa de goma en la cabeza. Crash, sonaban los cristales al ser golpeados y de entre la maleza salían parejas corriendo en busca de su escondido vehículo para salir pitando. Volvimos a casa andando, cuatro kilómetros llenos de eses. Jacinto llegó a casa con la correa de la distribución en la cabeza, su hermano que le ve por la ventana le advierte de que se quite la goma ya que su padre puede verle. Es de noche pero no tan tarde como para que la familia se haya acostado. A la mañana siguiente hay que denunciar el robo así que Jacinto pone el despertador a las seis para que nadie se le adelante. Jacinto vive en "Costa Sol", una residencia veraniega donde su padre trabaja de portero. Viven en un bajo y son una familia de cinco hermanos y la abuela. La abuela que con casi setenta años de los de antes se pasa el día lavando ropa a mano. El R12 descansa boca arriba en el puntal una fría noche de primavera con olor a sal.
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