domingo, 5 de julio de 2009
"Menos es Más" de Nicolás Ridoux
Interesante aportación al mundo del decrecimiento. Sin violencias, aceptando la toma de decisiones tanto horizontal como vertical, aunque con matices. Es cierto que esto se acaba señores, o todo apunta a ello. El desarrollo industrial de las últimas décadas está agotando el modelo económico actual, la tierra no dará más de sí con este desarrollo. Aún así, nos aferramos en recuperarlo para seguir exprimiendo los recursos. Alea jacta est. Pero he aquí que un grupo de personas cada vez más numeroso se está preparando para atrasar este final apoteósico. Sin violencias, razonando y exponiendo un sin fin de motivos y lo que es más interesante, un sin fin de soluciones. Abandonemos las prisas, dediquemos más tiempo a los nuestros, disfrutemos del paseo diario por la vida, en fin disfrutemos ya. Recuerdo que hace unos quince años llegué a una isla del Caribe Colombiano. Allí encontré a un grupo de nativos descendientes de esclavos, aquello era el paraíso. Vivíamos en chozas de paja, cuando llovía te mojabas dentro. Dentro de la choza sólo había una hamaca y un puñado de cocos. El suelo era de tierra. Al atardecer cuando salía el molesto gen- gen se incendiaba con cuidado los cocos y el humo los mantenía relativamente alejados. Compartía choza con el padre de "Compañerito" un chaval que a sus 17 años ya tenía dos hijos por los que levantarse todas las mañanas para ir a pescar. Don Julio, que así se llamaba el padre, vivía, como todos ellos, de la pesca diaria. Si no salían a pescar ese día no comían. Sus cuerpos eran fibrosos y su espíritu alegre. Aún así la sensación de saberse pobres en un mundo de ricos hacía su mella. Hacía unos años que los narcotraficantes habían construido grandes mansiones en partes de la isla de la que habían sido desplazados. Estas lujosas mansiones habían sido abandonadas tras las últimas detenciones o asesinatos. Una tarde subidos al muro de una de ellas me dí cuenta de que "Compañerito" como todos los demás tenían la sensación de ser los últimos parias de la tierra. Paseando por entre las chozas yo me llegué a sentir uno más. Todo el poblado me conocía y quería departir buenas conversaciones. Aún recuerdo como se reían cuando les contaba que los domingos nos podíamos levantar a las once del mediodía en el lugar de donde yo venía. Me preguntaban si España era más grande que la ciudad más grande que ellos conocían, que no tenía ni tres mil habitantes. El paseo diario no estaba exento de peligros. Yo era un muchacho de veinticinco años y llamaba la atención de las chicas del pueblo. Me paraban y me hacían caiditas de ojos para preguntarme sobre tonterías. Pero ay de mí que en una de estas me vi envuelto en una provocación de la que me fue difícil salir. Los celos de un muchacho al que habían colocado unos pantalones cortos y una camiseta azul y le habían hecho "policía" me jugaron una mala pasada de la que tuve que salir haciendome el tonto. Bueno pues con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que la comunidad ideal no lo era tanto. Las miserias humanas a las que estamos acostumbrados en nuestros entornos se repetían en este en las mismas proporciones, pero aún así la vida era un agradable transito de la mañana a la noche. Pero no es oro todo lo que reluce. Una futura expropiación para construir un complejo hotelero de lujo hacía peligrar su modo de vida. No se si esto tiene mucho que ver con el tema pero lo he soltado. Salud.
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